Desmontando mitos: ¿beber agua durante las comidas engorda?

En pleno verano, la hidratación es más importante que nunca y el consumo de agua es la mejor manera de hacerlo. Sin embargo, hay quien todavía cree que beber agua durante las comidas puede hacernos ganar peso. ¿Qué hay de cierto en ello? Vamos a repasar el origen de esta creencia, qué dice la ciencia sobre ello y qué papel puede jugar el agua en una alimentación saludable.

Las primeras referencias sobre este mito datan de finales del siglo XIX, época en la que algunos manuales de “higiene digestiva” ya advertían de los “peligros” de regar abundantemente las comidas con agua. La idea se popularizó después de la Segunda Guerra Mundial, cuando empezaron a venderse tónicos digestivos que se presentaban como alternativa al agua para no “diluir los jugos gástricos”. Décadas más tarde, la creencia dio un salto a los foros de adelgazamiento: si el agua diluía los ácidos y ralentizaba la digestión, decían, el organismo almacenaría más grasa. El mensaje caló, se simplificó (“agua = kilos extra”) y aún hoy se repite sin fundamento en redes sociales y conversaciones cotidianas.

¿Diluir los jugos gástricos?

El estómago humano contiene entre 20 y 100 ml de ácido clorhídrico. Si bebemos uno o dos vasos de agua, su pH neutro aumenta momentáneamente el volumen y rebaja la acidez, pero el efecto es pasajero: la propia mucosa gástrica compensa segregando más ácido en pocos minutos. La fisiología digestiva está diseñada para manejar distintos volúmenes y consistencias, desde un caldo hasta un estofado. No existe evidencia de que el agua “inutilice” la pepsina ni convierta los nutrientes en grasa. Lo que sí constatan los estudios es que el vaciado gástrico se ajusta automáticamente: más líquido significa, simplemente, que parte de ese volumen pasa antes al intestino delgado.

Calorías cero, peso estable

Por definición, el agua no aporta calorías. Engordar o adelgazar depende del balance energético sostenido en el tiempo. Sustituir refrescos, cervezas o zumos azucarados por agua durante las comidas puede, de hecho, reducir la ingesta calórica de forma notable. Diferentes estudios sobre hidratación y control de peso concluyen que beber agua junto con la comida no incrementa el riesgo de sobrepeso y que, en muchos casos, ayuda a modular el apetito y a alcanzar antes la sensación de saciedad.

Beneficios reales de beber agua en la mesa

  • Mejora la masticación y la deglución. Especialmente en personas mayores o con dietas ricas en fibra.
  • Favorece la saciedad. Un vaso antes o durante la comida puede ayudar a controlar el tamaño de las raciones.
  • Ayuda a la digestión de la fibra insoluble. El agua se une a la fibra y suaviza el tránsito intestinal.
  • Sustituye bebidas calóricas. Cambiar un refresco azucarado (± 140 kcal) por agua equivale a ahorrar unas 51.000 kcal al año si lo hacemos a diario.

Cuando el exceso sí es un problema

El agua es imprescindible, pero el abuso puntual —beber más de un litro de golpe durante la comida— puede provocar distensión abdominal, reflujos o, en casos extremos, hiponatremia (disminución de sodio en sangre). También puede arrastrar parte de los jugos digestivos y retrasar la digestión, generando sensación de pesadez. La clave, como casi siempre, está en la moderación: 200–400 ml repartidos a lo largo de la comida son más que suficientes para la mayoría de la población sana.

Consejos prácticos

  • Escucha tu sed. Si no tienes sed, no hace falta forzarse a beber grandes cantidades.
  • Distribuye la ingesta. Mejor varios sorbos antes, durante y después que grandes volúmenes de una vez.
  • Evita la “obligación” de los dos litros en la mesa. Lo que cuenta es el total diario, no el momento exacto.
  • Aprovecha alimentos ricos en agua. Sopas frías, frutas y verduras aportan líquidos y micronutrientes.

Beber agua durante las comidas no engorda ni interfiere negativamente en la digestión cuando se hace con moderación; al contrario, puede mejorar la saciedad y sustituir bebidas calóricas. El mito persiste porque combina explicaciones simplificadas con temores infundados sobre la “dilución” de jugos gástricos. La ciencia, sin embargo, es clara: el agua es una aliada en la mesa. Como siempre, la dosis hace la diferencia: hidrátate según tu sed y tu contexto, y disfruta de cada comida con la seguridad de que un buen vaso de agua solo puede ser beneficioso para tu salud.