ALCOHOL: UN TÓXICO, EN BOCA DE TODOS.

Entender los riesgos y las consecuencias para la salud derivadas del consumo de alcohol es necesario y conveniente para lograr la concienciación por parte de la población. El alcohol es uno de los principales factores de riesgo que contribuye al desarrollo de problemas de salud y otras lesiones, además de ser una sustancia adictiva que ocasiona dependencia.

Por ello, en la presente publicación tendrá acceso a información referente a políticas dedicadas al consumo de alcohol, riesgos y factores que intervienen en el consumo, y valor nutricional de las diferentes bebidas alcohólicas. Todo ello nos lleva hasta una conclusión clara: alcohol, cuanto menos, mejor.

1. ¿Qué es el alcohol?

El alcohol es una bebida cuyo consumo está fuertemente ligado a la cultura, siendo consumido por la población desde la prehistoria (1).  El consumo elevado del mismo es un problema de salud pública. Supone en nuestro país un importante factor de riesgo de carga de enfermedad y mortalidad. De hecho, es la sustancia psicoactiva más consumida en España por parte de la población general de todas las edades (2).

Existen varios tipos de bebidas alcohólicas:

  • Cerveza, Vermut, Cava, Sidra, Champagne.
  • Whisky, Ron, Ginebra, Vodka, Tequila, Coñac.
  • Manzanilla, Jerez, Oporto.
  • Licores y cremas. Limoncello, Crema de Orujo, Pacharán.

Todas ellas tienen algo en común: etanol. Este se absorbe por el tracto intestinal para ser transportado al hígado, donde se metaboliza el 90% del alcohol; del 2% al 10% restante se metaboliza en los pulmones y riñones (3) (4).

¿Cuál es la recomendación máxima de la frecuencia de su consumo? Aunque se puedan ver y oír recomendaciones de un consumo moderado, la frecuencia de consumo recomendada es clara: hay que limitarlo y la mejor frecuencia es la que tiende a cero. Cuanto menos, mejor.

2. Políticas dedicadas al consumo de alcohol

El consumo de alcohol tiene una estrecha relación con determinados factores: sociales, económicos, culturales y de disponibilidad.

A nivel de la Unión Europea, el alcohol está presente entre las metas de salud planteadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) (5). En este sentido, su consumo se menciona específicamente en la meta 3.5 relativa a la salud: Fortalecer la prevención y el tratamiento del consumo de sustancias, incluido el uso indebido de estupefacientes y el consumo nocivo de alcohol. Aun así, es responsabilidad de los países la promoción, aplicación y evaluación de políticas públicas destinadas a disminuir el consumo nocivo de alcohol.

La estrategia de España se basa en actuar a cuatro niveles (6):

  • Priorizar la protección de la salud pública. Es preciso incluir la prevención y el abordaje del consumo de alcohol en la agenda de Salud Pública e implicar a los decisores políticos.
  • Informar de los riesgos asociados al consumo de alcohol.
  • Impulsar iniciativas nacionales e internacionales.
  • Integrar la equidad para reducir desigualdades en salud. Esto es necesario para garantizar que las campañas e intervenciones lleguen a todos los grupos sociales.

3. Riesgos derivados de su consumo

Algunos datos (7) (8) que nos hacen valorar y considerar los riesgos derivados del consumo de alcohol son:

  • Cada año mueren 3 millones de personas debido al consumo nocivo de alcohol (5,3% de todas las defunciones).
  • El 5,1% de la carga mundial de morbilidad y lesiones es atribuible al consumo de alcohol.
  • El uso nocivo de alcohol es un factor causal de más de 200 enfermedades y trastornos.

Los efectos del consumo de alcohol dependen, por tanto, de varios factores (9):

  • Edad: los jóvenes se ven más afectados por su consumo.
  • Peso: las personas de menor peso se ven más afectadas por sus efectos.
  • Cantidad y rapidez de ingesta: a mayor ingesta de alcohol en menor tiempo, los efectos del alcohol son más peligrosos. Además, las comidas sólidas retrasan el vaciado gástrico más que las comidas líquidas.
  • Combinación con bebidas azucaradas y carbonatadas: las bebidas destiladas se absorben más rápido que las fermentadas, y la mezcla de bebidas gaseosas con azúcar acelera el incremento de los niveles de alcohol en sangre, influyendo así en su absorción (10).
  • Ingesta simultánea de alimentos: tener el estómago vacío propicia una absorción más rápida de alcohol. Por ello, la ingesta de alimentos enlentece la intoxicación, aunque no evita ni reduce los daños producidos en el organismo.
  • Combinación con otros tóxicos: cuando se ingieren fármacos como relajantes musculares y/o analgésicos, se potencian los efectos sedantes del alcohol. Cuando se combina con sustancias estimulantes como cafeína, los efectos del alcohol también se ven alterados. En cualquier caso, la toxicidad de las sustancias ingeridas en conjunto es mayor que si se consumen por separado.
  • Situación fisiológica: existen determinados contextos donde se es más vulnerable a la presencia de alcohol en el organismo, cuyo consumo está, igualmente, completamente contraindicado. Algunos de los casos son madres embarazadas o en periodo de lactancia, consumo de fármacos, personas con diabetes tipo I, personas con patologías cardíacas, renales u oncológicas, trastornos psicológicos y personas con antecedentes familiares de alcoholismo, entre otros.

También existen factores genéticos que determinan la capacidad de metabolizar el etanol.

En cuanto a la morbilidad y mortalidad, existen diferencias entre hombres y mujeres. El porcentaje de defunciones en el grupo masculino está por encima del femenino, siendo el consumo de alcohol superior en los varones.

4. Valor nutricional de las bebidas alcohólicas

Además de su toxicidad, también debemos tener en consideración el valor nutricional que nos aporta. Estas bebidas poseen un alto valor energético (kilocalorías), pero no proporcionan nutrientes, más allá del propio alcohol y azúcar añadida.

Tabla 1: Valor nutricional aproximados de bebidas alcohólicas comúnmente consumidas.

Fuente: base de datos FatSecret (11).

Como se puede observar en la tabla anterior, el valor energético de las diferentes bebidas alcohólicas varía dependiendo del tipo de elaboración de la propia bebida, del modo de consumo y de la cantidad de alcohol de la misma. Poseen poco contenido graso y proteico. Además, este tipo de bebidas suele contener azúcares añadidos: no solo en la formulación de la bebida espirituosa, sino también como parte de los refrescos que se usan en la mezcla y/o la adición de condimentos como azúcar moreno y siropes en los cócteles.

En cuanto al grado de alcohol en las diferentes bebidas, se emplea el término Unidad de Bebida Estándar (UBE). En España, una UBE se corresponde con 10 gramos de etanol puro (12).

Tabla 2. Unidades de Bebida Estándar según el tipo de bebida alcohólica.

5. Una copita al día ¿es saludable?

Una de las más extendidas afirmaciones acerca del alcohol es la siguiente: Una copita de vino al día es buena para la salud. Seguro que alguna vez la has escuchado.

Partimos de la base de que el vino es una bebida alcohólica que se hace a partir de zumo de uvas fermentado. Las claves del argumento que defiende al vino como bebida saludable, se debe a su contenido en polifenoles y resveratrol.

Lo cierto es que la cantidad de sustancias potencialmente beneficiosas presentes en el vino es ínfima, y pueden ser obtenidas gracias al consumo de otros alimentos saludables. Además, la ingesta de alcohol, aun siendo cantidades mínimas, compromete el estado de salud del individuo.

De hecho, la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) confirma que los efectos perjudiciales del alcohol superan sobradamente sus potenciales efectos protectores (13).

6. Un elemento muy presente en el público juvenil

No debemos pasar por alto los riesgos que conlleva el consumo de este tipo de bebidas por parte del colectivo juvenil. Los riesgos para la salud pueden ser más pronunciados en adolescentes y jóvenes, ya que, al encontrarse todavía en periodo de desarrollo neurocognitivo, son más vulnerables a sus efectos adversos (14).

Además, es usual que este colectivo mezcle las bebidas alcohólicas con bebidas energéticas altas en azúcares y cafeína que, como ya hemos dicho, empeora el efecto que la bebida provoca en el organismo. Es más, la legislación (15) establece que en las bebidas con cafeína que contengan más de 150 mg/L debe aparecer la anotación de “Contenido elevado de cafeína: No recomendado para niños ni mujeres embarazadas o en período de lactancia”.

El consumo de cafeína puede producir desde insomnio y peor calidad de sueño hasta palpitaciones cardíacas y alteraciones de la tensión arterial. Su consumo mezclado con bebidas alcohólicas agrava los efectos de estas y permite a los consumidores sobrevalorar sus capacidades físicas y cognitivas al permanecer, hiperestimulado bajo los efectos del alcohol.